viernes, 26 de febrero de 2010

RECONSTRUIR

No existe, lugar ni hogar, que en algún momento no haya conocido, viento, tormenta, truenos, relámpagos, lluvia, nieve, frío y noche cerrada.
Alguno se destruyó porque se movió en exceso el suelo sobre el cuál las personas cimentamos nuestra arquitectura de vida. Otros, simplemente fueron quedando inservibles porque el hoy se fue distanciando del ayer, algo que atribuimos al paso del tiempo, que decimos que todo lo cambia.
Pienso, que no es cierto. No cambia el tiempo; lo que cambia es cómo sentimos nuestro tiempo, aquel momento en que entendemos que la mejor comida mal digerida, nos produce indigestión; que el amor no se construye sólo desde el ímpetu del dar, sino también desde el flujo del recibir.
Y, entonces, llega el momento de la suprema decisión: abandonar o reconstruir. Reconstruir requiere fe e ilusión, porque significa volver a proyectarse desde una convivencia bien distinta a la que causó la malvivencia. Habrá que pensar en menos habitaciones y rincones, espacios más diáfanos, luminosos, ventilados y abiertos. Habrá que pactar unos cimientos comunes que aguanten vendavales, nevadas y lluvias torrenciales, dándole importancia a lo esencial y desechando lo superfluo.
Y todo, habrá que hacerse desde esa humedad que sólo genera el amor, porque las lágrimas secas y resentidas son incapaces de fraguar nuevos cimientos.
Reconstruir fielmente el pasado es absurdo, porque a partir de ahora, sólo queda el futuro. Reconstruir es quedarse con lo bueno, y el resto, cambiarlo del todo, para un futuro distinto y mucho mejor.

viernes, 19 de febrero de 2010

NO TODO VALE EN EL AMOR

“En el amor y en la guerra todo vale”, esta frase nadie se ha tomado la molestia de rebatirla, a pesar de ser bastante estúpida, porque en lo referente al amor no todo vale, ni en la guerra tampoco.

Os voy a contar una historia que he vivido muy de cerca. Tengo una amiga a la que su marido acaba de dejar después de treinta años de casados y otros cuantos más de novios, para irse con su amiga más íntima. Me dijo: ”Lo estoy pasando muy mal, mi marido me confesó el otro día que lo sentía mucho, pero que se había enamorado de mi mejor amiga. Al menos ha sido honesto conmigo. En el amor todo vale, me podría haber pasado a mí "¿no crees?... Desde luego, le respondí, el que no se consuela en esta vida es porque no quiere, está clarísimo.

Yo creo, que le hacemos un flaco favor a la sociedad dando por buenas este tipo de actuaciones. No, por mucho que lo digan los telecotillas de la tele. No, por mucho que lo sostengan los autores posmodernos. No, por mucho que lo repitan. No vale todo en el amor ni tampoco en la guerra.

En la guerra no vale todo, está claro, como sabemos ahora que se están descubriendo lo horrores de la era Bush. No se puede torturar, no está permitido el genocidio. No vale saltarse las reglas que nos hemos dado.

En el amor pasa tres cuartos de lo mismo. Si reflexionamos un poco, nos damos cuenta de que no vale robarle el marido, ni tampoco la mujer a un hermano o hermana, ni a un amigo o amiga; tampoco vale abandonar a los hijos “por amor”; porque: “Oh, cielos, me he enamorado”.

No ignoro que la pasión es algo difícil de controlar, pero todas estas situaciones que acabo de apuntar no ocurrirían, o mejor dicho no prosperarían, si no fuésemos tan egoístas creyendo que todo se justifica por amor.

En realidad la frase a la que me refiero no es más que una justificación cómoda y aceptada socialmente porque nos interesa. No pretendo ser inquisidora de la moral ajena, pero me parece que es importante poner negro sobre blanco a alguna de estas estupideces, que la moral actual nos hace tragar sin masticar.

Cuando la frase nos viene bien, es fácilmente aprobada por la sociedad, y todo el mundo se sube al carro. “Lo siento, me enamoré, ella me dijo ven… y lo dejé todo”.

Suena muy bien, muy romántico y muy de bolero, pero la vida, siento deciros amigos míos (y vosotros lo sabéis igual que yo), que no es un bolero ni nada que se le parezca. En realidad, pienso que deberíamos poner más en práctica la premisa de Kant para la ética en cualquier comportamiento, que dice así: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin en sí mismo, y nunca meramente como un medio”; con esta frase nos quiso decir:" no hay que hacer a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros".
Ese sí que es un lugar común. Esta frase hecha debería perpetuarse, y no otras tan imbéciles que rayan en la estupidez humana. Si no la has aplicado todavía, siempre hay una segunda oportunidad.

domingo, 14 de febrero de 2010

DIA DE LOS ENAMORADOS

No tengo mas remedio que escribir esta reflexión en el Día de los Enamorados, dedicada a todos vosotros, mis lectores, que invertís vuestro tiempo libre a leer mis reflexiones; aunque a veces no sean de vuestro agrado ni coincidan con vuestro pensamiento.

Al margen de todo esto quiero felicitaros, hoy es un día especial, lo queramos o no. Hoy es un día para pensar en el amor, ese sentimiento que nos rodea desde que nacemos hasta que morimos.
El amor visto desde ese prisma es bonito, generoso, bondadoso y nos proporciona sosiego y seguridad. Pero el amor de enamorados, es decir, el enamoramiento es otra cosa. Es egoísta, adulador, celoso, posesivo, controlador y a veces mentiroso. El enamoramiento dura un tiempo, en ese tiempo todo es de color rosa, no hay mas colores ni mas mundo que el de la persona amada. Todo en ella es especial, no somos objetivos y esto hace que cometamos muchos errores.
Erich Fromm en su libro "El Arte de Amar" habla de la diferencia entre enamoramiento y amor.
Nos enamoramos cuando conocemos a alguien por quien nos sentimos atraídos y dejamos caer frente a él o ella, las barreras que nos separan de los demás. Cuando compartimos con esa persona nuestros sentimientos y pensamientos más íntimos y tenemos la sensación de que, por fin, hicimos una conexión con alguien.
Este sentimiento nos produce gran placer, hasta la química de nuestro cuerpo cambia, dentro de él se producen unas sustancias llamadas endorfinas. Nos sentimos felices y andamos todo el día de buen humor y distraídos. Durante este estado, nos convertimos en mejores personas. Cuando estamos enamorados nos parece que nuestra pareja es perfecta y la persona más maravillosa del mundo.
Esa es la diferencia entre el enamoramiento y el amor. Empezamos a amar cuando dejamos de estar enamorados.
El amor requiere conocer a la otra persona, requiere tiempo, requiere reconocer los defectos del ser amado, requiere ver lo bueno y lo malo de la relación. No quiere decir que enamorarse no sea bueno, al contrario, es maravilloso. Sin embargo es solo el principio.
Muchas personas son adictas a estar enamoradas. Terminan sus relaciones cuando la magia de haber conocido a alguien nuevo desaparece; cuando empiezan a ver defectos en la otra persona y a darse cuenta que no es tan perfecta como pensaban. Cuando amas a alguien puedes ver sus defectos y los aceptas, puedes ver sus fallos y quieres ayudarle a superarlos. Al mismo tiempo esa persona ve tus propios defectos y los entiende.
El amor verdadero esta basado en la realidad, no en un sueño de que encontraste a tu príncipe azul o a tu princesa encantada. Encontraste a una persona maravillosa, pero no es perfecta ni tu tampoco. Encontraste a tu alma gemela, pero también los gemelos discuten y también tienen diferencias. Amar es poner en una balanza lo bueno y lo malo de esa persona y después amarla. El amor es una decisión consciente.
Muchas veces hemos oído decir a personas, que se enamoraron de alguien y no pudieron evitarlo. Suponen que es una cuestión de suerte. Que amamos por arte de magia. Que alguien más tiene poder sobre nosotros. Pienso, que de ninguna manera es así. Puedes sentir una gran admiración por alguien, puedes desear tener una relación con alguien, puedes estar muy agradecido por lo que alguien ha hecho por ti, pero... no la amas. El amor nace de la convivencia, de compartir, de dar y recibir, de intereses mutuos, de sueños compartidos. Tu no puedes amar a alguien que no te ama, o que no se interesa por ti. El amor verdadero es recíproco. Recibes tanto como das.
Si en este momento tienes un "amor imposible" debes estar molesto/a conmigo, tal vez estés pensando: ¿Como es posible que me digas esto?. ¿No ves que es amor lo que siento?.
No te culpo, yo también tuve alguna vez amores imposibles y también sentí la frustración de que esa persona no me hiciera caso o me abandonara. Pero te repito. No puedes amar a alguien que no te ama. Tu no mereces ser ignorada por nadie y mucho menos ser tratada mal, eso es tener baja autoestima.
El amor verdadero está basado en la realidad, pero también tus sueños los puedes alcanzar. Por eso analiza y busca la forma de encontrar el amor en la persona de tus sueños. Empezamos a amar no cuando encontramos a una persona perfecta, sino cuando aprendemos a ver perfectamente a una persona imperfecta.
El amor no es ciego.

viernes, 12 de febrero de 2010

CRISIS

Todas las crisis tienen dos elementos: peligro y oportunidad. Con independencia de la peligrosidad de la situación, en el corazón de cada crisis se esconde una gran oportunidad. Abundantes beneficios esperan a quienes descubren el secreto de encontrar la oportunidad en la crisis. La palabra crisis en la caligrafía china, se escribe uniendo los símbolos de peligro y oportunidad.
Observo, cada vez que salgo a la calle a dar un paseo veo más tiendas cerradas. Algunas de ellas son tiendas de toda la vida que han sobrevivido a diversos avatares, pero esta crisis ha podido con ellas. Estas tiendas formaban parte del paisaje, algunas de ellas por sus escaparates clásicos que gustaba mirarlos con esmero.
De repente, pasas un día por la puerta y ves el escaparate vacío, el rótulo ha desaparecido de la fachada, la sorpresa y el desconcierto que causa verlo así, es estremecedor. Es una sensación de pérdida irreparable aunque nunca hayas entrado en ellas y sólo te hayas limitado a mirar el escaparate que también tiene su encanto.

También vengo observando que algunos locales de negocios recientes, abiertos desde hace un año, e incluso pocos meses, también están cerrando. Me estremece ver los rótulos en los cristales con la palabra se alquila o se traspasa; se me contagia la desilusión y la derrota que trasmite ese triste cartel pegado en el cristal.

En lo que va de año la relación de tiendas y negocios cerrados es directamente proporcional a las listas del paro, porque allí es dónde van a parar las personas que en sus negocios tenían puestas todas sus expectativas y sus esperanzas.

Entre las que conozco y que han cerrado hay: dos tiendas de complementos, una parafarmacia, una tienda de música, una estupenda tienda de vinos, una ferretería, tres de regalos, una tienda de historietas, dos de muebles, cuatro anticuarios, todos ellos en la misma calle; dos buenas panaderías, una peluquería, una tienda de puertas, una galería de arte, una sombrerería, varias tiendas de caballero, una mercería, innumerables tiendas de ropa y dos tiendas de chinos, que ya es cerrar…

Pero la que más impacto me ha causado es una librería; este si ha sido un golpe duro por lo que a mí me afecta; a la que yo iba casi todas las tardes a consultar, a ver las novedades, los libros más vendidos, los más solicitados, donde me asesoraban y me aconsejaban siempre que iba a comprar un libro.

El día que llegué a la librería y vi todo vacío y el cartel pegado en el cristal, la sensación que percibí fue de aturdimiento y seguidamente de tristeza. Yo conocía al dueño y al dependiente que era su hijo; ellos me conocían a mí, sabían mis gustos, mis preferencias y me los ofrecían nada más llegar a la librería.

He percibido una sensación que podría definirla como agresión psicológica, por la pérdida irreparable de ese lugar dónde he pasado muchas tardes disfrutando de la lectura, dónde me sentía cómoda, dónde esas personas que me conocían ya formaban parte de mi vida y que probablemente no vuelva a ver jamás. Es una sensación que te deja aturdida, como ocurre con las muertes súbitas o las desgracias inesperadas.

A esto le llamo yo, crisis. Hablamos de crisis cada día y lo hacemos con una naturalidad como si hubiéramos permanecido siempre en ella. Una cosa es hablar de crisis alegremente y otra pisar la calle y haber conocido esas tiendas una por una, recordando los rostros de los propietarios y dependientes; el desasosiego que han tenido que percibir en estos últimos meses esperanzados en que todo se arreglaría, sabiendo que de ese acto dependían el bienestar, el futuro y la familia.
Haber vivido tanta angustia diaria, la ausencia de clientes, el miedo a no poder pagar el crédito ni a los empleados, ni poder llevar el sueldo a casa, es de un desasosiego estremecedor. Morían tantos sueños depositados, tantas ilusiones deshechas de tanta gente con ideas y fuerza, que arriesgó, peleó para salir adelante y, que se ha visto arrastrada sin remedio por la tragedia económica de los últimos tiempos.

viernes, 5 de febrero de 2010

VISITA AL PSIQUIATRA

Ahora está de moda visitar al psiquiatra, aunque más que una moda, yo diría que es una necesidad. Antes nos refugiábamos en la iglesia, al cura le contábamos todos nuestros sinsabores, nuestros malestares, nuestras dolencias, nuestras angustias, nuestros anhelos, nuestras ansiedades y si me apuras hasta nuestra vida sexual. Pero eso era antes... ahora estamos menos arraigados a esas costumbres religiosas, hemos evolucionado y nos gusta elegir a un profesional de la medicina como el "psiquiatra" para que nos resuelva nuestros problemas mentales.
La psiquiatría está dedicada al estudio de la mente con el objetivo de prevenir, evaluar, diagnosticar, tratar y rehabilitar a las personas con trastornos mentales y desviaciones de lo óptimo. Cuántas cosas habrán oído estos profesionales, algunas de ellas habrán superado la ficción; el ser humano entraña toda clase de fantasías y conductas extrañas, lo más inverosímil lo trama el ser humano. A veces ni nosotros mismos comprendemos nuestra reacciones y ése es el motivo de la necesidad de visitar al "psiquiatra". Otras veces nos dejamos llevar porque nos resulta más cómodo, y acudimos a ellos para que nos resuelvan las dudas que nos provocan nuestros problemas mentales.
Una vez superados los prejuicios contra la psiquiatría, es cuando acudimos al psiquiatra. Una persona que presente en alguna ocasión algún síntoma psiquiátrico no debe necesariamente ir al psiquiatra, muchos síntomas psiquiátricos son normales en algunos momentos o situaciones, son autolimitados y no ocasionan al paciente un deterioro funcional significativo. Por ejemplo: la ansiedad ante los exámenes que no impide prepararlos ni llevarlos a cabo; la tristeza tras el fallecimiento de un ser querido que no bloquea el desarrollo de las actividades cotidianas; un conflicto laboral que nos produce tristeza, angustia, ansiedad y a veces nos lleva a estar de baja unos cuantos meses hasta que se resuelve el problema; o las alucinaciones fugaces sin otros síntomas acompañantes que se producen justo al quedarse dormido o en el momento de despertarse; estas causas pueden ser motivo de consulta al médico de familia, pero no suelen requerir atención especializada.
Sin embargo, en determinadas situaciones hasta las emociones normales pueden hacerse más graves o duraderas de lo normal y desbordar a un individuo y, en ese caso, podría sin duda beneficiarse de un tratamiento psiquiátrico. Ante un mismo acontecimiento traumático, por ejemplo: una inundación, un incendio, un terremoto, etcétera..., no todo el mundo reacciona con el mismo nivel de ansiedad, y hay personas que puede necesitar ayuda psiquiátrica. Cuando dura varias semanas la vivencia de estar continuamente triste y cuando, especialmente, no existe una causa que la justifique, acudir a un psiquiatra es una buena idea.
La incapacidad para desarrollarnos satisfactoriamente en alguna área de nuestra vida, como el de las relaciones sentimentales, el mundo laboral, la capacidad de tener amigos y de disfrutar con ellos, etcétera...., puede sugerir un trastorno de la personalidad que podría beneficiarse también de una consulta psiquiátrica. Otra razón podría ser que la gente con la que se convive esté sistemáticamente a disgusto o infeliz cuando trata a la persona, circunstancia que puede darse debido a varios trastornos de la personalidad, por ejemplo: en los trastornos hipomaníacos (en los cuáles se está siempre excesivamente eufórico y con tendencia al enfado si se lleva la contraria a los planes o ideas propias), o en el denominado trastorno por hiperactividad y déficit de atención en niños que se muestran constantemente inquietos, no atienden en clase y “sacan de quicio” a padres y maestros.
Justifica también una visita al psiquiatra haber experimentado las denominadas crisis de ansiedad o ataques de pánico. Las personas que padecen estas crisis acuden generalmente antes al médico de familia o a las urgencias del hospital y suelen representarse de la siguiente manera: tener miedo a realizar actividades que el resto de la gente desarrolla sin problemas como ir a grandes almacenes, ir en transporte público: autobús, metro, etcétera...., tardar demasiado tiempo en desarrollar ciertas actividades y repetirlas constantemente a lo largo del día (lavarse las manos o ducharse); tener problemas importantes y persistentes con la alimentación o con el sueño; pensar seriamente en el suicidio como alternativa a una situación o a los problemas propios; consumir drogas o alcohol en exceso; experimentar vivencias angustiosas y extrañas que no se explican bien; oír cosas que los demás no parecen oír, o ver cosas que los demás no ven, etcétera...
Por último, puede que tras acudir numerosas veces al médico de familia con la convicción de padecer una enfermedad importante, o sufriendo fuertes dolores u otros síntomas, éste no encuentre ninguna causa conocida que permita explicarlos y considere necesaria la intervención de un psiquiatra, lo cuál no significa que los dolores o los síntomas no existan, ni que el médico piense que el paciente está “loco”, sino que intervienen factores psicológicos o sociales que podrían ser mejor atendidos por un psiquiatra.
El psiquiatra es un profesional que se propone aliviar el sufrimiento mental, y la persona que acude a consultarle puede y debe, expresarle cualquier temor o duda respecto de los posibles tratamientos y sus efectos secundarios; en la medida de lo posible el psiquiatra resolverá cualquier problema en este sentido y preguntarle será mejor opción que la de abandonar el tratamiento sin instrucciones médicas. Por lo tanto, la "Confianza", es el mayor valor que podemos otorgarle a estos profesionales, por su plena dedicación y su capacidad para entender lo que no somos capaces de comprender e indicarnos el camino.