jueves, 29 de julio de 2010

BORA BORA: EL PARAÍSO

Bora Bora es un atolón en la Islas de la Sociedad, parte de la Polinesia Francesa ubicada al noroeste de Tahití, a unos 260 km al noroeste de Papeete. Tiene una extensión de 29,3 km². Está formado por un volcán extinto; rodeado por una laguna separada del mar por un arrecife. El punto más alto es el monte Otemanu a 727 metros. En 2007, la población era de 8.880 habitantes.

Os cuento todo esto porque unos amigos el año pasado viajaron hasta allí y esta fue su experiencia. El domingo 16 de septiembre salieron rumbo a Bora Bora de vacaciones. Permanecieron en las islas hasta el sábado 22 y esa última noche la pasaron en Papeete (una isla que queda a una hora de Bora Bora).
El domingo a las 7 de la mañana cogieron el vuelo Madrid-París (que se les hizo bastante corto, dos horas y media). Desde París a Los Ángeles 10 horas de viaje (este se les hizo eterno), y de Los Ángeles a Papeete (8 horas y media).
Cuándo llegaron había 3 señores polinesios tocando el banjo y cantando, y a su vez 3 mujeres polinesias que los recibieron con una sonrisa y collares de flores de Tiaré (o gardenia polinesia, típica de allí). Tras pasar 4 horas en el aeropuerto cogieron el último avión a Bora Bora (tardaron una hora).

Al llegar al aeropuerto, de nuevo les obsequiaron con más collares de flores. Cogieron un barco para llegar a la isla (20 minutos) y después un autobús hacia el hotel (Novotel, a 15 minutos). Cuando por fin llegaron estaban agotados del viaje, que había durado unas 23 horas sin contar las esperas en los aeropuertos.
Allí el idioma oficial es el francés, aunque en el avión Papeete-Bora Bora también hablaban en polinesio. Cuando te obsequian con un collar de flores les gusta mucho que se diga "mauruuru" ("gracias"). Me llamó mucho la atención que me contaran que en el hotel apenas entendían en inglés, tenían que gesticular y señalar las cosas.

En la isla se pueden realizar muchas actividades. Desde alquilar un coche (un seat panda puede costar 80 euros por 8 horas), una moto de agua (280 euros 2 horas), una piragua (gratis), hacer snorkle (buceo con gafas y tubo) es gratis, o ir a dar de comer a los tiburones (90 euros, aunque hay lugareños que se dedican a llevar a los turistas en plan "ilegal" por 60 euros). Cuando fueron a dar de comer a los tiburones, éstos eran pequeños y les pasaban a un metro de distancia, incluso llegaban a rozarlos. Podían darles de comer pescado y trocitos de carne, y la gente que allí trabaja explican cómo hay que hacerlo y daban confianza para que no se asustaran.
Hacer snorkle, dicen que es muy divertido. Se ven peces de muchos colores y de todos los tamaños, y si nos acercamos a ellos con bolitas de pan de molde mojado se colocan a nuestro alrededor para comer. Si además llevamos una cámara de fotos apta para ser usada bajo el agua (las venden allí, y no son desechables; cuesta unos 22 euros), salen unas fotos estupendas. Ir en piragua es muy entretenido, pero también muy cansado. Se corre el riesgo de desorientarnos porque las playas, vistas de lejos, parecen bastante similares. Uno de los lugares que podemos visitar es el arrecife de coral (magnífico). Nos dan este consejo: Si vais a Bora-Bora y montáis en las piraguas, no os pongáis cinturón, porque como vuelque os pondréis nerviosos.

Cuando alquilaron el coche les dijeron que tardarían dos horas en dar la vuelta a la isla (en realidad tardaron bastante menos). Visitaron Vaitape, es un pueblo muy cercano donde hay muchas tiendas de souvenirs, supermercados y bares. Allí se encuentra el mercado artesano polinesio, donde venden collares de conchas, trajes de bailarina polinesia, pareos, pendientes... De unas tiendas a otras los precios varían mucho, pudiendo oscilar entre 10 euros y 50 euros un collar.

De camino a Vaitape se encuentra el restaurante-bar Bloody Mary´s, que cuenta con gran fama y prestigio ya que es el preferido de los famosos. A la entrada hay carteles de madera con los nombres de todas las estrellas que lo han visitado (entre ellas, Pamela Anderson, Julio Iglesias y Marlon Brando). Tiene un jardín en la entrada, tienda de souvenirs, un corcho enorme donde la gente deposita papeles y billetes con sus firmas, una barra donde sirven cócteles y el apartado donde se sitúan las mesas y sillas para comer y cenar. En este local preparan unos cócteles deliciosos, de los cuales el más famoso es el Bloody Mary. Los cócteles cuestan poco más de 5 euros. Por 35 euros podían cenar suculentos pescados a la plancha (incluso tiburón). También tienen mariscos, pero a la hora de la comida únicamente se sirven platos combinados y hamburguesas.

Otro de los lugares a visitar es The Farm, el más famoso criadero de perlas negras de la isla. Por 400 euros podemos bucear para coger la ostra que queramos y llevarnos su perla. Si preferimos elegirla directamente, en un primer momento nos piden mínimo 300 euros por cada una, aunque para comprar lo mejor es regatear con los vendedores. A ellos les hicieron una oferta de 4 perlas por 100 euros cada una.
El proceso de la perla consiste en introducir en la ostra una pequeña perlita envuelta en una tira de textura cartilaginosa, cuya función es proteger la joya. La duración varía, de esta manera se tardan unos 3 meses en conseguir una perla de 0.5 cm. de diámetro. Yo no soy una experta en perlas, pero tengo entendido que las que realmente valen ese dinero son las naturales, y no las que se han criado de forma artificial. Si el precio nos parece excesivo, lo mejor es volver al mercado artesano polinesio, donde las encontramos por 30 euros. Estas perlas son auténticas, pero tienen taras, por ello el precio es menor.

El supermercado donde se pueden encontrar más variedad de artículos es Tiaré Market. Lociones bronceadoras de Tiaré, alimentos, ropa, bisutería, juguetes, bebidas y souvenirs. Incluso podemos comprar Tiger Balm, un bálsamo chino cuya fórmula está pensada para tratar todo tipo de dolencias. Cuesta 4 euros y nos aseguran que funciona. Es bastante famoso allí y los botecitos se venden como churros. En internet también puede comprarse, pero más caro.

Observaron que en los supermercados los precios son más elevados para los turistas. Un paquete de Marlboro cuesta 7,10 euros, en cambio una señora compró uno y disimuladamente la dependienta le cobró 3 euros. Otra observación es que no encontraron ni una sola farmacia, ni un médico. Únicamente una caseta en Vaitape donde sobretodo se practicaban curas de heridas y quemaduras. También de camino a Vaitape hay una pequeña clínica veterinaria, además de un par de guarderías.

También se subieron al autobús que los llevó por la isla tipo safari para ver las plantas, las playas y los animales. Otra de las actividades es el submarino, aunque ellos no subieron a él. No fue necesario vacunarse. Lo que sí recomiendan para quien vaya a visitar Bora Bora es usar antimosquitos. Al no usarlo los insectos se cebaron con ellos.

Los cangrejos se ven por todos los sitios. En los alrededores del hotel hay muchísimos que se esconden cuando se acerca alguien. Las lagartijas también son fáciles de encontrar, y si nos descuidamos pueden acabar en nuestra cara, o en nuestras piernas.

Amanecía a las 5 y media de la mañana. A esa hora siempre se levantaban y veían amanecer. Sobre las 6 de la tarde anochece y refresca un poco. El momento en el que el sol más "pica" es a las 10.30 de la mañana. El clima es húmedo y los paisajes son preciosos: playas de agua turquesa donde el tono más oscuro de agua indica mayor profundidad, frondosa vegetación y bosques de palmeras.

Puedo deciros también que el "jet lag" afecta mucho. Cuidado con las horas de vuelo porque los tobillos y las piernas se hinchan bastante, recomiendan dar paseos de vez en cuando, cosa que ellos no hicieron porque querían que pasara deprisa el viaje, estuvieron hibernando durante todos los vuelos: cosa que no se debe hacer.

Los souvenirs que debemos comprar (porque son los más típicos), son en general los productos hechos con flores de Tiaré (lociones, aceite para el cabello, after sun, jabones, perfumes...). También café a la vainilla, galletitas de coco, té de mango y perlas negras.

La comida más típica es el pescado, sobre todo crudo. A pesar de ello hay restaurantes de comida asiática y francesa, así que no tendremos ningún problema para encontrar nuestro menú ideal. Por lo general los hoteles ofrecen todo tipo de comidas y desayunos. Al caer la noche oían a algún lugareño tocando el banjo y cantando, mujeres bailando danzas polinesias o grupos de gente cantando canciones típicas de allí. Las personas son en general muy alegres y hospitalarias, y te saludan aunque sea la primera vez que te ven.

Policías debe haber pocos, porque sólo vieron uno en toda su estancia. Tengo entendido que lo máximo que suele ocurrir allí es algún pequeño robo, aunque ellos no tuvieron ningún problema. Como última recomendación, nos dicen que sería bueno llevar zapatillas de goma para caminar por las playas, porque hay corales y pequeñas piedras que hacen daño. La ropa ideal es informal: vestidos de playa, bermudas, pareos... solamente vieron algún vestido de noche al atardecer, por lo demás la vestimenta es desenfadada y marcada por colores muy llamativos y estampados de flores.

Hay centros donde realizan tatuajes (concretamente el más cercano al Novotel estaba a 2 minutos). Allí los hacen golpeando contra la piel un pinchito, y los más pedidos son figuras de tipo tribal. Al parecer, la cultura polinesia venera mucho el cuerpo tatuado, por ello no conciben una persona que no lleve partes adornadas. Es como si la vieran "sosa" por decirlo de alguna manera.

Viajaron con la companía Air France, pero no en clase Bussiness sino media. Tenían mini televisiones individuales en el vuelo, en las que podían ver series de televisión (Friends, Los Simpson), dibujos animados, estado del vuelo (en un mapa se representa cuánto queda, temperatura exterior, distancia recorrida y hora del lugar al que vamos). También disponen de juegos (ajedrez, damas, solitario, 3 en raya, ¿quién quiere ser millonario?), películas (Piratas del Caribe, Spiderman 3, Shrek 3 y una película francesa) y música (canciones tropicales, música clásica y pop). La comida es buena, les daban cafés, zumos, leche, vino, whisky, agua y refrescos... También frutas, tarta, pasta, empanada, huevo cocido, pollo, pescado... mucha variedad. Por otra parte los obsequiaron con una bolsita que contenía tapones para los oídos, cascos para escuchar música, toallita para limpiarse las manos y un antifaz de tela morada para cubrirse los ojos.

En definitiva, las ventajas de este viaje son: que es un sitio maravilloso (un auténtico paraíso), donde podemos relajarnos y conocer cosas nuevas. Lo malo que son muchísimas horas de viaje, y según me han confesado mis amigos, es un sitio caro (en una agencia me dijeron que 5 mil euros cada uno, todo incluido). A pesar de las horas de avión nos lo recomiendan sin ninguna duda, ellos han venido encantados y han disfrutado muchísimo de esas vacaciones.

Me comentan que no tendremos problema en cuanto a la moneda, ya que se aceptan todas. Un euro equivale a 120 francos pacíficos (la moneda polinesia). Las vacunas no son necesarias. Aún así si lo preferimos podemos vacunarnos del dengue.

Los documentos necesarios son el D.N.I. y Pasaporte. No se necesita visado. Si pretendemos alquilar un coche, es necesario presentar el carnet de conducir. Sería bueno llevar una tarjeta de crédito (Visa). Nos recomiendan llevar ropa fresca, informal y desenfadada. Calzado cómodo y particularmente zapatillas de goma, bikinis pareos y crema solar.
En el bolso de mano llevar una camiseta limpia y artículos de aseo (toallitas, cepillo de dientes y pasta), ya que es un viaje muy largo. Como he mencionado anteriormente, no encontraron farmacias. Por ello es buena idea llevar tiritas y betadine, por si nos hacemos algún corte con los corales.

En definitiva, precioso paisaje y relajación... un regalo para los sentidos. Por si os decidís a esta inolvidable aventura... FELIZ VIAJE.

jueves, 1 de julio de 2010

UN MERECIDO DESCANSO

Dedico este artículo al esforzado veraneante, que se toma eso que todos convenimos en llamar "un merecido descanso" y, que a veces no lo es tanto. Lo digo porque de un tiempo a esta parte las vacaciones se han convertido en otro cúmulo de obligaciones casi tan terroríficas como las que tenemos el resto del año. Con la diferencia de que, si las de invierno vienen impuestas por otros... el jefe, por la familia, etcétera; las de verano nos las imponemos nosotros.
O, lo que es peor, nos la impone ese inacabable sin vivir, en el que hemos convertido nuestras vidas. Así, el merecido descanso se convierte en una serie de actividades cansadísimas que además , hay que emprender con una gran sonrisa.
Por ejemplo, si uno está en un país extranjero, lo indicado es dedicarse a "conocerlo a fondo", de ahí que haya que organizar excursiones culturales que incluyan madrugones mortíferos, que tanto detesto, para visitar Dios sabe qué ruinas o escaladas a 40 grados centígrados o, caminatas interminables para llegar al hotel reventados y con ganas de morirte.Si el lugar del merecido descanso, está cerca de un río o de una montaña, hay que subirse a ella con otros quince o veinte individuos que desconocemos y que no los hemos visto en la vida, y pasar un miedo atroz, sorteando peñascos al tiempo que se congela uno de frío.
También es guay trotar por los montes y hacer una barbacoa aún a riesgo de que acabe con un incendio forestal.
Por fin, si nuestro destino es la playa, es habitual que las obligaciones del veraneante incluyan: por la mañana, aprender a hacer esquí acuático (tipo kitesurf), o cualquier otro deporte de agua, a ser posible cuanto más arriesgado y agotador mejor, con gente que desconocemos y que no nos interesa en absoluto y, por la tarde, algún deporte tipo pádel o tenis a 38 grados a la sombra, hay quién elige el golf (con éstos, ni os cuento), no hay quién les vea el pelo hasta la mañana siguiente.
De la noche ni os hablo (ya sabéis lo que toca), machacarse el hígado con mojitos y toda clase de bebidas tropicales cargadas de alcohol, cuánto más mejor. Bailar hasta caer rendidos para acostarse a las seis de la mañana y despertar de nuevo a las diez, como muy tarde, para no perderse las actividades matutinas.
Con estas vacaciones no es de extrañar que a la vuelta nos encontremos superestresados, tanto o más, que cuando empezamos nuestras merecidísimas vacaciones.