viernes, 17 de septiembre de 2010

PEDERASTIA EN LA IGLESIA CATÓLICA

La figura de un sacerdote es para muchos un signo de honestidad, buen comportamiento y bondad, pero lamentablemente en toda gran Institución suele haber ovejas negras y manzanas podridas, casos aislados que no reflejan los principios de la Organización a la cuál pertenecen.

La Iglesia Católica conformada por seres humanos de carne y hueso no es la excepción. Durante los últimos años se han destapado varios escándalos de abusos sexuales a menores de edad por parte de padres católicos en diversos países, el último se ha dado en Irlanda, dónde una Comisión Oficial concluyó que durante el siglo pasado, miles de niños fueron víctimas de abusos sexuales en la escuela, orfanatos y reformatorios en ese país, manejados por la Iglesia Católica. Los sacerdotes involucrados nunca fueron judicializados pese a las numerosas denuncias de las víctimas. Al parecer este país no es la excepción frente a este preocupante fenómeno.

No hay justificación, no es un error abusar sexualmente de niños, es un crimen. Una de las causas que no ha permitido prevenir y erradicar el abuso sexual de los centros destinados a la protección de niños es: El secreto, el cuál es propiciado por el victimario usando el poder que se le ha dado. Al cambiarlos de centro de trabajo, lo único que han conseguido los religiosos, es ampliar el campo de acción de estos delincuentes con vestimenta de curas. Es necesario romper el silencio.
La actitud que han tomado algunos de los colegas de estos abusadores sexuales, los hace ser participantes indirectos de estos hechos, pues le están procurando la impunidad y con ello permitiéndoles continuar con estos delitos.
Esta actitud de pretender ocultar y exculpar a sus colegas curas, sólo los hacer ver como personas despreciables, pues ocultan a los que se aprovecharon del nombre de la Iglesia para delinquir.

El abuso sexual debe ser sancionado por los tribunales de justicia y procurar la atención para las víctimas con el objeto de que no repitan estos condenables hechos. Estos curas no son más que unos delincuentes, que escudándose en el poder que les da la Iglesia, y la confianza despositada en ellos, procedieron a abusar sexualmente a quienes deberían de haber protegido y educado.

En poco tiempo, cientos de sacerdotes han sido condenados judicialmente por cometer delitos sexuales contra menores y un buen número de obispos han cesado de sus cargos al hacerse públicas sus conductas pederastas. La Iglesia esconde y minimiza este tremendo problema, pero no estamos ante algo puntual sino ante la consecuencia de sus graves errores estructurales.

La Pederastia en la Iglesia católica se analiza y denuncia, con solidez y dureza, la realidad, causas y efectos de la pederastia clerical, se cuantifica su dimensión, y se muestra que la cúpula de la Iglesia, incluido el Papa, mantiene una legislación canónica que obliga a encubrir y perdonar los delitos del clero.

Encubrir esos delitos es una práctica cotidiana en las diócesis católicas, existe un gran número de casos bien significativos, con nombres y apellidos, de España, Francia, Italia, Alemania, Austria, Polonia, Gran Bretaña, Irlanda, Estados Unidos, México, Centroamérica, Costa Rica, Puerto Rico, Colombia, Argentina, Chile... Australia; y en su "decálogo de los prelados para el encubrimiento" aflora las vergonzosas maniobras que éstos realizan a fin de proteger al clero pederasta. Pero, aunque el objetivo es demostrar la inmoralidad del gobierno de la Iglesia ante este problema, no podemos olvidar lo fundamental, la situación psicológica y social de las víctimas y sus familiares, aportándole las recomendaciones indispensables para poder detectar y protegerse del clero agresor.

El problema fundamental no reside tanto en que haya sacerdotes que abusen sexualmente de menores, sino en que el Código de Derecho Canónico vigente, así como todas las instrucciones del Papa y de la curia del Vaticano, obligan a encubrir esos delitos y a proteger al clero delincuente. En consecuencia, los cardenales, obispos y el propio gobierno vaticano practican con plena conciencia el más vergonzoso de los delitos: El encubrimiento.

Las conductas de abuso sexual a menores por parte de clérigos, así como el patrón de conducta encubridor por parte de las autoridades eclesiásticas, contradicen el Evangelio, vulneran la dignidad y los derechos fundamentales de la persona, y cuestionan la naturaleza misma de la misión de la Iglesia en el mundo y el papel de sus autoridades.

Por primera vez el Papa Benedicto XVI, ha reconocido, que la Iglesia Católica no ha sido suficientemente vigilante, ni veloz, ni decidida para tomar las medidas necesarias en los casos de abusos sexuales a menores por parte de los sacerdotes.

Sobre la Pederastia el Papa dijo: "Sabemos que es una enfermedad y debemos proteger a estas personas de sí mismas". Esperemos que así sea.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

ENVAINÁRSELA

Envainársela en nuestro país quiere decir tener que dar marcha atrás o rectificar. En Francia en cambio, se utiliza cuando una persona fastidia a otra.
Para envainársela hace falta una cierta valentía, hay personas que se la envainan pero se niegan a reconocerlo. El que mucho rectifica es que poco acierta.
Hay muy pocos errores que se reconozcan cuando se toman decisiones económicas. No reconocen jamás que se han equivocado y en ningún momento se reconoce que se ha cometido un error.
Las personas que se equivocan , por lo general, no tienen la humildad de reconocer que se han equivocado, envainársela es un paso previo, luego puedes reconocerlo o no, es comerse el orgullo, es tragarse el sapo, es decir he metido la pata hasta el cuello y además no sé como arreglarlo. Esto nos ha pasado a todos en algún momento, o hemos dado una opinión aparentemente con mucha seguridad y de repente tienes que hacer como en los dibujos o en la viñetas, glu... glu... y tragártela. Luego puedes reconocerlo, puedes rectificar, puedes retractarte, pero envainársela es comerse el orgullo, tragársela , requiere muchísima valentía porque no es nada fácil y curiosamente la mayoría dicen que no dijeron lo que dijeron, o que no hicieron lo que hicieron.
Muchos dicen, yo nunca jamás dije eso, o jamás hice aquéllo, porque repito, cuesta mucho tragársela y luego reconocer que te has equivocado.
Hay gente que sigue negando lo evidente, y es que piensan, que los demás somos "tontos" o, algo parecido, piensan que los demás somos tan vagos, que lo vamos a olvidar.
Hay que tener mucha humildad para reconocer que nos hemos equivocado, cosa que fastidia bastante, porque uno pone toda la carne en el asador para defender su argumento y cuando te descubren que no tienes razón, lo primero es reconocerlo y lo segundo es aceptarlo, y fastidia mucho el que te descubran que no tenías razón en algo.
Yo comprendo que las circunstancias cambian dependiendo del momento en que estas se produzcan, pero bueno, dígalo, mi intención ha sido esta, disculpe mi intención , o lamento tener que volverme atrás, nadie dice nada, como si nada hubiese ocurrido, nadie rectifica, nadie se desdice.
Hay una frase que dice así: " Rectificar es de sabios y de necios hacerlo a diario". Una cosa es envainársela una vez, y otra es, envainársela continuamente, eso indica una incompetencia total, o una habilidad tremenda para meter la espada otra vez en la vaina.
Te puedes equivocar una docena de veces, pero no seiscientas veces. Luego, en el ámbito personal o, en el ámbito incluso conyugal, tienes que tener valor para echarte atrás y decir: " cariño, tenías razón", porque uno defiende con mucha vehemencia sus propuestas y cuando te demuestran que te has equivocado, cuesta reconocerlo.
Yo diría también que el problema está en que hay mucho predicador popular, cada día desde cualquier tema pontifican de una forma impresionante y a veces ni ellos están convencidos de lo que predican. Su intención es que los demás crean lo que dicen y así crearmos ilusión y, lo que ocurre es, que nunca han leído el cuento de la lechera, la primera piedra te cae, se te va la leche y se acaba el cuento. Pero eso, cuesta mucho reconocerlo, es mucho más divertido venderé la leche, me compraré... , etc... , crear falsas aspiraciones.
Soñar a nivel personal, no hace daño a nadie, si todos podemos en nuestros paseos, en nuestras soledades, pensar que nos va a tocar la lotería y vamos a poder pagar nuestras deudas, o comprarnos lo que tanto añoramos, pues está muy bien... tampoco hacemos daño a nadie. Eso no es envainar; envainársela siempre es ante alguien.
Antonio Machado decía muy bien: "En mi soledad he visto cosas claras que no son verdad", pero convertir esto en la base de tu presencia en este mundo opinando y dando consejos, eso es otra cosa.
Cuándo estás con la pareja y sabes que tiene razón, ahí no cedes nunca en ese momento, cedes a posteriori, ahí es cuándo te da tanta rabia que peleas.
A veces reconocer el error o envainársela delante de todo el mundo, exime de responsabilidades. Se trata de rentabilizar el error a nuestro favor, uno ha cometido un error y en lugar de decir, pues sí me he equivocado, eso no queda bien, en cambio decir, es que yo, en aquéllos momentos, en mi tensión interior entre hacer el bien o el mal a muchos, cometí una imprudencia, con lo cuál te estás haciendo la carta de beatificación para quedar bien, pero es una mala táctica. En este caso es diferente, no es que haya reconocido el error, es que le han pillado, le han mostrado lo que ha hecho, entonces lo ha reconocido a posteriori y ha reconocido una mínima parte de lo que ha hecho, no ha sido tanto, me he equivocado un poquito, un poquito un poco grande...
Yo creo que reconocer el error es un signo claramente de humildad, de generosidad y de ser una persona decente, la humaniza y posiblemente conseguirá la compasión de los demás.
Hay momentos con que sólo reconocerlo basta, otros con que hay que dimitir, otros en los que hay que exiliarse y otros en los que hay que explicar porque te has equivocado, es decir, que te ha inducido, que te ha llevado a la equivocación o al error.
Cuesta mucho envainársela. Hay dos palabras que a la personas nos cuesta decir: "Te quiero" y "Perdón". Es síntoma de inteligencia el saber rectificar. Los que alardean de su inteligencia y de sus conocimientos a estos les cuesta mucho rectificar. Es bueno que nos pase una cosa y otra, lo importante es darse cuenta y saber escuchar cuando dicen que lo estamos haciendo mal, así podremos rectificar. Esa es la gracia de equivocarse, poder rectificar.
Además de la humildad y la valentía, el acto de envainársela sea en el ámbito que sea de cualquier actividad humana, es una gran idea de la grandeza de la honestidad, de la generosidad y de todos esos sentimientos nobles.
Envainársela no es sólo de sabios, sino que demuestra la nobleza de la persona porque sabe reconocer sus errores. Hay que tragarse la soberbia y el egoísmo y reconocer lo errores, esto se consigue sólo con humildad.
Santa Teresa dijo: "Andar en humildad es andar en sabiduría y los titulantes se la envainan poco y caminan menos por la senda de la humildad y de esa sabiduría".