martes, 13 de mayo de 2008

INDIFERENCIA

Me contaba una amiga, que su hija de 19 años, había ido a ver a su abuelo de 80 años a la residencia dónde se encuentra desde hace varios meses.
Cuando entró en ella, no pudo contener las lágrimas al ver a su abuelo tan cambiado; repetía las mismas palabras cada dos minutos y preguntaba por personas que hace años que ya no están.
Ella le preguntó: ¿Abuelo como estás? y, de repente le contestó: "Pues aquí estoy esperando a la muerte". Se le hizo un nudo en la garganta. No sabría expresar con palabras la tristeza y el desconsuelo que le produjo ver como su abuelo se apaga, porque ya no merece la pena seguir viviendo.
Todos nos olvidamos mientras trabajamos, nos divertimos, viajamos o descansamos, que vive en una residencia rodeado de otros abuelos, que al igual que él, también esperan la muerte.
Triste final para un abuelo, aquel que vivió tan dignamente y que por vivir libre o relativamente libre, se ve sólo; sin esposa... que la tiene; sin hijos... que los tiene; sin nietas... que las tiene; sin amigos... porque no los ha querido tener; sólo; completamente sólo (porque la soledad es el precio de la independencia). Con la única compañía de un televisor, esperando la muerte con indiferencia.

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