viernes, 11 de diciembre de 2009

EL PODER DE LA PALABRA

La palabra es poder. Lo primero que hacen las dictaduras es el monopolio de la palabra. La palabra es el sostén del mundo, mucho más que la imagen. Las palabras transforman el mundo y al hombre.

El lenguaje crea la sociabilidad y la comunicación; el amor, el odio, los deseos que de no existir ésta, estarían en estado latente.

Necesitamos la palabra por dos razones: una, porque nuestra inteligencia es naturalmente linguística y no podría funcionar sin la palabra y otra, porque con ella manejamos nuestra memoria, dirigimos nuestras acciones, nos hablamos a nosotros mismos y reflexionamos sobre las cosas.

Debemos procurar que no haya impurezas en el lenguaje, porque ello imposibilita el entendimiento y la comunicación, ambas cosas indispensables para la supervivencia del ser humano. Si no se parte de ahí, se llega a los malos entendidos e incluso a la violencia.

Entre todas las poderosas armas de destrucción que el hombre ha conseguido crear, la más terrible y la más cobarde, es la palabra. Los puñales y las armas de fuego dejan vestigios de sangre. Las bombas dejan a su paso cadáveres y dañan la estructura de los edificios y las calles. Los venenos acaban siendo detectados. Pero la palabra destructiva despierta el Mal sin dejar pistas.

Es bueno analizar si por algún casual estamos utilizando esta arma y si alguien está, asimismo, utilizándola contra nosotros. No podemos permitir ninguna de las dos cosas.

Se debate muy mal, ya que se cree que debatir es dar cada uno su opinión. Debatir bajo mi punto de vista tiene tres fases: escuchar los argumentos del contrario, dar los propios el último y estar dispuesto a rendirnos ante el mejor argumento.

Pocas veces o ningunas lo conseguimos, por ello, debemos educarnos para contribuir a nuestro control sobre las emociones y esperar nuestro turno de palabra sin interrumpir a nuestro interlocutor. El día que esto se consiga se habrá dado una prueba de gran dignidad ética, pero nadie es capaz de hacerlo.

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