domingo, 15 de junio de 2008

EL VALOR MAL ENTENDIDO

Nunca he sido aficionada a la Fiesta de los toros, "la más culta del mundo", según (Garcia Lorca). La corrida, ha atrapado el corazón del pueblo y de miles de extranjeros; ha sido ensalzada por poetas, escritores, pintores, músicos, escultores y artistas. La sombra de la piel de toro es, alargada, como la del ciprés de Delibes. Pero, me molesta, la expectación que levanta un espectáculo, basado en sangre y muerte.
Este fin de semana, escuchando la radio mientras viajaba, me llamó la atención que hablaran constantemente de José Tomás. No dejaban de decir, que era el mejor torero de los últimos tiempos; por su valor, por su arrojo, por su atrevimiento, por su quietud escalofriante y, su cuerpo a cuerpo delante del toro, por su personalidad introvertida y, por su independencia; que era el más grande, el que más valor, más verdad y, más arte derrocha y, que ajeno a los tópicos, ha devuelto a los ruedos la pasión, y la rivalidad de otros tiempos. En definitiva, un torero de leyenda.
Anteriormente a esto, había leído un artículo que él mismo protagonizó y, que me dejó desconcertada por sus manifestaciones, en las que denotaba su egocentrismo y su narcisismo. En el cuál relataba toda su vida; comenzando desde niño y, cuando por primera vez, se vistió de luces a los quince años.
Con 19 años se fue a México a probar fortuna, y los toros le jugaron malas pasadas, por los errores cometidos (las cornadas son errores de los toreros); por ser poco precavido, cauteloso y por no hacer las cosas bien y con seriedad. Su obsesión es ser figura del toreo y, según él, para conseguirlo te tienes que arrimar y, hay que torear con la mayor verdad, valor y entrega. Con este concepto del toreo, ha tenido fallos muy desafortunados.
Nadie permanece impasible ante la emoción, del valor desnudo de un hombre, que se juega la vida, frente a un toro de lidia, cuyo instinto bravo es embestir. Y, lo más importante: sin el rito de la corrida, el toro bravo se extinguiría.
Sin ser experta en tauromaquia pienso, que errores cometemos todos; pero el empecinamiento de alguien, que se arriesga cada tarde a la inmolación, porque es honrado a carta cabal, me parece hasta cierto punto demencial. Su rivalidad con los toreros al estilo de otros tiempos, tampoco, lo dejan indiferente. Sus detractores lo acusan de tremendista; un gladiador, que da gusto, a los que van a la plaza olfateando la sangre. Estamos hablando de alguien, que sale a la plaza dispuesto a morir.
Se ha forjado la aureola de místico y enigmático y, deduzco de todo ello, que, lo que le gusta es, ser el centro de atención y, ¿qué más centro de atención, ponerte cada tarde delante de un toro, para que te vean morir?, es su único objetivo y, lo conseguirá, si sus asesores no lo impiden.
Su pasión, su temeridad, su arte y su arrebato, lo están llevando por el camino equivocado. Su irracionalidad me dejó paralizada, cuando comentó: "Yo no salgo a una plaza a morir, pero prefiero morir en una plaza de toros, que en un accidente de coche". Ante estas declaraciones me pregunto: ¿Será un suicida?. El tiempo nos lo dirá...

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