viernes, 14 de agosto de 2009

EL REY DEL POP

La muerte de Michael Jackson me conmovió, el día que los medios de comunicación lanzaron la noticia no podía dar crédito a lo que estaba oyendo; no era una fiel seguidora, pero reconozco que su música me fascina. Entre los años 80 y 90 entró en todos los hogares del mundo, sus vídeoclips por novedosos y espectaculares han sido bailados en todos los rincones de nuestro planeta; su famoso "Thriller", dejó boquiabierta a toda la humanidad. Era un personaje ambiguo, provocador; su manera de vestir pantalón estrecho por encima del tobillo, calcetines blancos y sobre todo su famosa pose de "empuje pélvico ", ha echo estremecer a jóvenes y no tan jóvenes en todos sus conciertos.
Michael Jackson, hizo todo lo que estuvo a su alcance por escapar de esa prisión en la que todos estamos condenados a vivir o morir: nuestro propio cuerpo. Por obra y gracia de las cirugías estéticas alcanzó la ilusión de convertirse en otro.
Considerado como el mayor artista pop de la historia. Hizo tantas versiones de sí mismo que al final, dificilmente podíamos discernir cuál era la original, la verdadera; en su arte la transformación física fue, más que un tema, una obsesión.
Prácticamente no hubo vídeo musical en el que no se convirtiera en otra cosa: en hombre-lobo, en zombie, o en máquina. Dedicó todo un largometraje al tema de la mutación: lo mismo era pantera que automóvil de carreras. Interpretó a un Espantapájaros, una transformación que le remitía a su niñez perdida. Él mismo se identificaba con el personaje de Peter Pan (el niño que se negó a crecer), como una forma de compensar la infancia que no disfrutó ni tuvo como niño prodigio. Logró su cometido, fosilizarse en una interminable infancia, pero pagó un alto precio por ello: acusaciones de pedofilia, litigios, chantajes y demandas.
En su vídeo musical "Black and White", se valió de la entonces innovadora técnica del morphing para disolver digitalmente, las barreras que se alzan entre los hombres de distintas tonalidades de piel. Más tarde en su propia vida intentaría lo mismo, aunque públicamente culpara al vitíligo de su blanqueamiento de piel.
Así como al bailar parecía desafiar las leyes de la gravedad, a diario retaba la decadencia natural de su físico. Su imagen, difundida obsesivamente por los medios, parecía inmune al paso del tiempo. Nuevamente gracias al bisturí no envejecía: mutaba.
Su batalla contra la mortalidad, a través de extravagantes tratamientos rejuvenecedores y extremas medidas higiénicas, por un momento nos convencieron de que podía vencer a la muerte.
Hace unos días ocurrió su última mutación. Fue su intento final y definitivo de escapar de su propio cuerpo. Parece que lo logró. Descanse en Paz.

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