viernes, 5 de febrero de 2010

VISITA AL PSIQUIATRA

Ahora está de moda visitar al psiquiatra, aunque más que una moda, yo diría que es una necesidad. Antes nos refugiábamos en la iglesia, al cura le contábamos todos nuestros sinsabores, nuestros malestares, nuestras dolencias, nuestras angustias, nuestros anhelos, nuestras ansiedades y si me apuras hasta nuestra vida sexual. Pero eso era antes... ahora estamos menos arraigados a esas costumbres religiosas, hemos evolucionado y nos gusta elegir a un profesional de la medicina como el "psiquiatra" para que nos resuelva nuestros problemas mentales.
La psiquiatría está dedicada al estudio de la mente con el objetivo de prevenir, evaluar, diagnosticar, tratar y rehabilitar a las personas con trastornos mentales y desviaciones de lo óptimo. Cuántas cosas habrán oído estos profesionales, algunas de ellas habrán superado la ficción; el ser humano entraña toda clase de fantasías y conductas extrañas, lo más inverosímil lo trama el ser humano. A veces ni nosotros mismos comprendemos nuestra reacciones y ése es el motivo de la necesidad de visitar al "psiquiatra". Otras veces nos dejamos llevar porque nos resulta más cómodo, y acudimos a ellos para que nos resuelvan las dudas que nos provocan nuestros problemas mentales.
Una vez superados los prejuicios contra la psiquiatría, es cuando acudimos al psiquiatra. Una persona que presente en alguna ocasión algún síntoma psiquiátrico no debe necesariamente ir al psiquiatra, muchos síntomas psiquiátricos son normales en algunos momentos o situaciones, son autolimitados y no ocasionan al paciente un deterioro funcional significativo. Por ejemplo: la ansiedad ante los exámenes que no impide prepararlos ni llevarlos a cabo; la tristeza tras el fallecimiento de un ser querido que no bloquea el desarrollo de las actividades cotidianas; un conflicto laboral que nos produce tristeza, angustia, ansiedad y a veces nos lleva a estar de baja unos cuantos meses hasta que se resuelve el problema; o las alucinaciones fugaces sin otros síntomas acompañantes que se producen justo al quedarse dormido o en el momento de despertarse; estas causas pueden ser motivo de consulta al médico de familia, pero no suelen requerir atención especializada.
Sin embargo, en determinadas situaciones hasta las emociones normales pueden hacerse más graves o duraderas de lo normal y desbordar a un individuo y, en ese caso, podría sin duda beneficiarse de un tratamiento psiquiátrico. Ante un mismo acontecimiento traumático, por ejemplo: una inundación, un incendio, un terremoto, etcétera..., no todo el mundo reacciona con el mismo nivel de ansiedad, y hay personas que puede necesitar ayuda psiquiátrica. Cuando dura varias semanas la vivencia de estar continuamente triste y cuando, especialmente, no existe una causa que la justifique, acudir a un psiquiatra es una buena idea.
La incapacidad para desarrollarnos satisfactoriamente en alguna área de nuestra vida, como el de las relaciones sentimentales, el mundo laboral, la capacidad de tener amigos y de disfrutar con ellos, etcétera...., puede sugerir un trastorno de la personalidad que podría beneficiarse también de una consulta psiquiátrica. Otra razón podría ser que la gente con la que se convive esté sistemáticamente a disgusto o infeliz cuando trata a la persona, circunstancia que puede darse debido a varios trastornos de la personalidad, por ejemplo: en los trastornos hipomaníacos (en los cuáles se está siempre excesivamente eufórico y con tendencia al enfado si se lleva la contraria a los planes o ideas propias), o en el denominado trastorno por hiperactividad y déficit de atención en niños que se muestran constantemente inquietos, no atienden en clase y “sacan de quicio” a padres y maestros.
Justifica también una visita al psiquiatra haber experimentado las denominadas crisis de ansiedad o ataques de pánico. Las personas que padecen estas crisis acuden generalmente antes al médico de familia o a las urgencias del hospital y suelen representarse de la siguiente manera: tener miedo a realizar actividades que el resto de la gente desarrolla sin problemas como ir a grandes almacenes, ir en transporte público: autobús, metro, etcétera...., tardar demasiado tiempo en desarrollar ciertas actividades y repetirlas constantemente a lo largo del día (lavarse las manos o ducharse); tener problemas importantes y persistentes con la alimentación o con el sueño; pensar seriamente en el suicidio como alternativa a una situación o a los problemas propios; consumir drogas o alcohol en exceso; experimentar vivencias angustiosas y extrañas que no se explican bien; oír cosas que los demás no parecen oír, o ver cosas que los demás no ven, etcétera...
Por último, puede que tras acudir numerosas veces al médico de familia con la convicción de padecer una enfermedad importante, o sufriendo fuertes dolores u otros síntomas, éste no encuentre ninguna causa conocida que permita explicarlos y considere necesaria la intervención de un psiquiatra, lo cuál no significa que los dolores o los síntomas no existan, ni que el médico piense que el paciente está “loco”, sino que intervienen factores psicológicos o sociales que podrían ser mejor atendidos por un psiquiatra.
El psiquiatra es un profesional que se propone aliviar el sufrimiento mental, y la persona que acude a consultarle puede y debe, expresarle cualquier temor o duda respecto de los posibles tratamientos y sus efectos secundarios; en la medida de lo posible el psiquiatra resolverá cualquier problema en este sentido y preguntarle será mejor opción que la de abandonar el tratamiento sin instrucciones médicas. Por lo tanto, la "Confianza", es el mayor valor que podemos otorgarle a estos profesionales, por su plena dedicación y su capacidad para entender lo que no somos capaces de comprender e indicarnos el camino.

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