Lo más primitivo del mundo son las guerras, estas se iniciaron en nombre de la "verdad" hace millones de años y, en nombre de la verdad, mueren millones de personas cada día.
En nombre de la verdad, la raza humana cometió sus peores crímenes.
En nombre de la verdad, hombres y mujeres fueron quemados.
En nombre de la verdad, la cultura de civilizaciones enteras fue destruida.
En nombre de la verdad, los que buscaban un camino diferente eran marginados.
Y, uno de ellos, en nombre de la verdad, terminó crucificado; pero antes de morir nos dejó la gran definición de la verdad:
No es lo que nos da certezas.
No es lo que nos da profundidad.
No es lo que nos hace mejores que los otros.
No es lo que nos mantiene en la prisión de los prejuicios.
La verdad es lo que nos da libertad.
"Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres", dijo Jesús.
La primera e inmediata forma de incrementar el grado de libertad, consiste en mantener la autonomía económica. Sin embargo, la mayor fuente de libertad de la persona, pertenece a la propia esfera de su subjetividad.
San Ignacio, solía recomendar trabajar en la libertad interior, antes que en la exterior, teniendo en cuenta que quién no es capaz de ser libre allí dónde está, no lo será tampoco allá dónde fuere.
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